Porque me he liberado de tus cadenas para coger otras, en lo que supone mi más dulce condena. Ahora mis penas son mías y de nadie más. No hay nada más bello que tener el control sobre el propio sufrimiento.
Ahora me siento libre, enteramente libre, libre para errar, libre para sufrir, libre para dejar que mis desaciertos me moldeen, libre para ser lo que la vida haga de mí, siento como si el libre albedrío lloviese sobre mí y me hiciese más puro, más miserable, más humano.