lunes, 10 de diciembre de 2012

Artículo publicado en DDF.


Probablemente esta entrada sorprenda a mucha gente. Se trata, no en vano, del equipo oficialmente simpático de los últimos tiempos. Sin ir más lejos, Buenafuente hizo el programa con una taza con su escudo la otra noche; o el tío José Ramón no se cansa de ponerlos como ejemplo de cantera (robando juveniles enteros de un Albacete acuciado por las deudas); o regala abonos a los parados (a los mismos que se crean en la industria azulejera). Esa demagogia vende, claro. Es la historia oficial del equipo “humilde” (85 millones de presupuesto en la 2008-09), de pueblo, eso es cierto, que se codea con los mejores de Europa. Estupendo. Pero es la historia también de una opresión regional, que ni se cuenta ni interesa.
Intentaré resumir.
Cuando su club comenzó a crecer, Fernando Roig y José Manuel Llaneza (los que mandan en el Villarreal CF) vieron pronto que debían conquistar la afición futbolística de la capital de la provincia para expandirse lo necesario. Necesitaban una masa social, una afición, mayor. Roig no se esconde en El País, en 2005: El Madrigal no se llena. “Es nuestra cuenta pendiente. Nos está costando. Hay 17.000 abonados, 10.000 de Vila-real, lo que supone el porcentaje más alto en una ciudad de 43.000 habitantes. Intentamos captar a los aficionados de Castellón y la provincia. Pero es difícil cambiar los sentimientos”.
Así, los actos en Castellón se hicieron habituales. Había que cambiar los sentimientos, porque existía y existe otro equipo, el CD Castellón, con más arraigo, con más solera, con más mitos. Se abrió, pues, una tienda del Villarreal en la ciudad, después en la Universidad, luego en un centro comercial… Se poblaron las circunvalaciones de vallas publicitarias… Se organizaron torneos en los colegios… Firmas de futbolistas, charlas del presidente… En definitiva, se ocuparon espacios tradicionalmente reservados al equipo de la ciudad.
Siendo condescendientes, este imperialismo amarillo había mantenido hasta el momento cierta cautela. Resultaba extraño que nunca, jamás, se hubiese cedido algún futbolista amarillo al club albinegro pero, bueno, podía ser casualidad. Existía algún detalle, sí. El de Pulga, que fue el último canterano talentoso en salir de El Bovalar castellonense, que terminó siendo apartado del Castellón por razones que no vienen al caso y que, tras pasar un mal año en Segunda B, tuvo una oferta del filial amarillo, de vuelta a la que ya había sido su casa. Pulga, hace poco, cantaba “A Segunda oé” en el césped de La Victoria, tras el ascenso a Segunda del Villarreal B. (Vestido de chándal, tiene la lesión de Prosinecki, la del recto anterior, creo). Era un retorno de escaso peso deportivo, pero muy significativo, si es que me sé explicar.
La cuestión, en definitiva, era erosionar. Guardar las formas, pero tener muy claro quién es el enemigo. Vender la idea de que si no se iba a ver Champions a la casa del vecino es que no te gustaba el fútbol. Que no era incompatible, sino lo normal, ser de los dos equipos. Que lo que era bueno para el Villarreal, era bueno para Castellón y para el Castellón. ¿Alguien se imagina algo así entre, por ejemplo, Real Oviedo y Sporting de Gijón?
Por otra parte, a nadie se le escapa que el amarillo es el club provincial preferido del influyente presidente de la Diputación, Carlos Fabra. Ni que la remodelación de El Madrigal endeudó a su propio ayuntamiento. Menudencias, si se quiere, pero que contrastan con la pugna que han mantenido en los últimos años los dirigentes albinegros con las instituciones públicas. O el dinero de la televisión autonómica, o la repercusión en los medios locales. O la relación profesional entre la empresa de Roig y la de quien fuera dueño del CD Castellón tantos años en 2ªB, Antonio Bonet.
Hubo alguna gente que cambió de equipo, otra no. Es cierto que el Villarreal tiene más (muchos más) abonados que cuando Roig compró el club en 1997, pero el Castellón también. Y es cierto que el Villarreal ha conocido la Primera y la Champions, y el Castellón no ha pasado de Segunda, y gracias. Con todo, al albinegro le quedaban pequeños placeres. Plantarse en la Ciutat Esportiva y vencer cero a tres en División de Honor (2007-08), con diez juveniles nacidos en la provincia en el once titular, por ejemplo. O celebrar la parada de Lehman al penalti de Riquelme, comprarse una bufanda del Zenit o gritar los goles de Adebayor. Consuelos. O, por supuesto, cantar el mismo himno, el Pam Pam Orellut, que cantó desde niño. También, llenar su estadio en el único partido oficial disputado en Castalia entre ambos, la eliminatoria de Copa en 2006, y no parar de animar (véase vídeo), con cero a dos en contra, y un equipo plagado de suplentes que no dio ni chance al sorpresón.
Este choque de intereses ha vivido, recientemente, su último episodio. El siguiente:
Xavi Oliva acumulaba siete temporadas en el Castellón. Llegó en 2ªB donde batió registros asombrosos de imbatibilidad en su primera campaña, y logró el ascenso a Segunda en la tercera, manteniendo la portería a cero en el partido decisivo, en Castalia, ante el Zamora.
Oliva era un ídolo entre la afición local, que lo consideraba prácticamente uno de los suyos. En su mejor momento, renunció a ofertas de Primera. Era, por su condición de portero, el capitán sin brazalete, uno de los jefes del vestuario y se hablaba de su continuidad en la ciudad y en la entidad de La Plana una vez retirado. Una complicada lesión en la espalda y Carlos Sánchez, que ganó el Zamora hace dos temporadas, le habían apartado de la titularidad pero, cada tarde que saltó al césped (la última en el estadio, sin ir más lejos) recibió el cariño incondicional de la grada. Un hombre de club, el caballero del arco, un referente institucional y el único vínculo entre lo social y lo deportivo que aspiraba a conservar el albinegrismo, con la marcha de Àngel Dealbert (al Valencia) y Pepe Mora (parece que al Tenerife), los dos canteranos y compañeros de capitanía.
Resulta que uno de los máximos accionistas del CD Castellón (y además representante de jugadores, pero esa es otra historia) ofreció una rueda de prensa el pasado martes, justo tras la presentación de David Amaral como nuevo entrenador. De su discurso, para este tema, nos sirven dos apuntes significativos. Por una parte, José Manuel García Osuna (que así se llama el mandatario en cuestión) anunció un acuerdo verbal para la renovación de Xavi Oliva por dos temporadas. Por otra, sugirió que el Villarreal tenía “controlados” a ciertos medios de comunicación locales.
Esa misma noche, Xavi Oliva recibió una llamada y a la mañana siguiente el Villarreal CF oficializó el fichaje del portero suplente del CD Castellón para las dos próximas temporadas. Oliva ha roto el acuerdo verbal con su anterior club para vestir de amarillo.
Si le quedaba algo por hacer al Villarreal, era ésto. Cruzar el Mijares para robar al capitán del Castellón. Xavi Oliva, el portero suplente de un equipo medio de Segunda, de 33 años. Eliminar, sin miramientos, sin escrúpulos, cualquier resquicio que nos haga pensar que el fútbol es algo más que un simple negocio.
No lo sabe nadie, pero de la respuesta de la afición albinegra a esta última vuelta de tuerca dependerá el futuro del fútbol en La Plana.

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